sábado, 3 de marzo de 2012

NUEVAS ESPERANZAS

Entramos en el mes de marzo, con la rapidez de la vida arrolladora de nuestros tiempos. En apenas siete meses, Venezuela enfrentará una crucial coyuntura en que deberá optar por la alternabilidad democrática y un cambio de sistema, o adentrarse en la etapa más oscura y costosa de su historia contemporánea. Y es que lejos de avanzar, el país retrocede sin pausa, y ello lo reflejan indicadores que lo ubican entre las naciones de peor desempeño del planeta, llámese el índice mundial de competitividad, o los de libertades económicas, corrupción o criminalidad, en el cual Caracas ocupa la triste segunda posición en el hemisferio. Faltaría un índice no existente: el del culto a la personalidad, pues Hitler, Stalin, Mussolini, Mao, Kim Il Sung, su hijo Kim Jong-Il, o Fidel Castro que ya no gobierna, se quedan pálidos ante escenas ignominiosas como la conmemoración de los 20 años del fallido intento de golpe de Estado de Chávez contra Carlos Andrés Pérez, o las de la “amorosa” despedida del pueblo con motivo del viaje a La Habana, por razones de salud. 
En la campaña electoral de 1998, muchos se engañaron con las banderas de Chávez de lucha contra la pobreza y la corrupción, ambas abiertamente incumplidas. En efecto, ante la pobreza, se ha destruido abundante empleo digno, producto de la falta de inversión y de la destrucción del aparato productivo, sin que el Estado sea capaz de sustituir el papel motor del sector privado. De otra parte, las costosas e ineficientes misiones han sido apenas limosnas que están lejos de resolver los problemas estructurales, además de generar perversas formas de subyugación de la voluntad popular, dado su componente ideológico y excluyente. Y en cuanto a la lucha contra la corrupción, duele decir que el país enfrenta una descomposición sin precedentes, alentada por la complicidad oficialista con sus seguidores, y por la abolición de la rendición de cuentas. El Poder Moral quedó en el papel y desapareció la función contralora, en violación a la Constitución de 1999, la misma que era proclamada como “la mejor del mundo”. El dogma de que la revolución está por encima de la Constitución, y de que todos los poderes deben estar al servicio del régimen, han afianzado la impunidad en quienes manejan recursos públicos, entre ellos las cajas negras o “fondos” a través de los cuales el Jefe del Estado dilapida cuantiosos montos sin control, mientras en el resto de la actividad pública, casi no hay decisión en que no estén de por medio lucrativas comisiones. Recuérdense como ejemplo, las denuncias de un ex Embajador argentino en Venezuela sobre cómo las operaciones del comercio bilateral enriquecen a camarillas de ambos gobiernos, o los vergonzosos casos del maletín Kirchner, la importación de alimentos a través de PDVSA, las especulaciones con bonos de la deuda pública, la compra de armas, y las divisas de CADIVI, entre tantos.
En cuanto a la inseguridad personal, muchos creyeron que un gobierno militarista garantizaría el orden y la seguridad, pero lamentablemente el régimen ha conducido al país a una situación de anomia, sólo comparable con la época de las montoneras del siglo XIX. ¿Son acaso pocos los 150.000 crímenes ocurridos en los últimos 13 años, o los asaltos y secuestros que siembran el terror en la población venezolana y la someten a un toque de queda? ¿O el estímulo a la formación de bandas o grupos paramilitares que operan con armas entregadas por el propio gobierno? La grave situación no sólo afecta a las clases pudientes sino a los pobres, que lloran amargamente en las puertas de las morgues y de las cárceles la muerte de sus seres queridos. Durante las dictaduras de Gómez o Pérez Jiménez, hacia quienes no siento admiración alguna, al menos la gente del común podía dormir con las puertas abiertas, y sus bienes estaban resguardados. Pero ahora el país vive el peor de los mundos: totalitarismo con caos. Pero, ¿olvidamos acaso que un día el líder del proceso expresó que robar por hambre no era delito? ¿O es que se piensa que la tolerancia ante el crimen produce réditos políticos ante los más desposeídos?
Pero no quedan allí los problemas, pues la economía continúa en franco deterioro. No sólo por la afectación del aparato productivo, que continuará merced a nuevas leyes intervencionistas y limitativas de la propiedad, sino que el endeudamiento asciende ya a cerca de los US$ 150 millardos, y porque se sigue echando mano de recursos de PDVSA y del Banco Central, llevando las reservas operativas al equivalente de dos meses de importaciones, amén de la hipoteca con las ventas a futuro de petróleo a China, y la injustificada compra de armamentos a Rusia. La economía se ha “descuadernado”, y la inflación se alimenta con un desbordado gasto público, sin que sea excusa que en el pasado haya existido inflación. Miremos más bien a las largas décadas en que Venezuela exhibió una estabilidad económica envidiada por el mundo. Y como si fuera poco, ahora el país debe vigilar el manejo de las reservas internacionales por parte de los caporales de la hacienda Venezuela, pues no es inverosímil que pretendan vender lingotes de oro, o como se rumora, que una parte sea trasladada a Cuba, lo cual constituiría un delito de lesa patria.
Pero nació una esperanza. El pasado 12 de febrero, 3.100.000 votantes otorgaron a Capriles Radonski el mandato de liderar la alternativa democrática de cara a los comicios del 7 de octubre. Capriles no es el candidato de oligarcas, imperialistas o golpistas (¡oh caradurismo!), sino de millones de compatriotas de todos los estratos e ideologías, que pese al impúdico ventajismo oficialista, se volcarán a las urnas en esa fecha, para rescatar la libertad y la democracia. Que Dios conceda salud al Presidente para que abandere el continuismo de su proyecto marxista, del cual el país está cada día más decepcionado. Así lo creemos las personas de bien, que privilegiamos el valor supremo de la vida sobre el de la muerte. Y de paso, que ello desmienta la absurda afirmación de que en abril del 2002 se iba a atentar contra la vida de Chávez -como sí lo pretendieron los golpistas del 4F de 1992 respecto del Presidente Pérez- pues ni por mi mente habría pasado jamás semejante exabrupto, ni las FAN habrían deshonrado el compromiso de garantizar plenamente su integridad personal.



"Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios"