lunes, 21 de mayo de 2012

TERRORISMO SIN ALMA


Colombia ha sufrido durante décadas el implacable embate de la violencia y de un terrorismo sin alma con múltiples rostros: ayer, el del M-19, actualmente reinsertado a la vida democrática, movimiento que fuera protagonista del ataque al Palacio de Justicia en 1985, y por cuyo rescate paradójicamente pagan penas oficiales militares que lo comandaron, como también de la toma de la Embajada de la República Dominicana en Bogotá en 1980; el del narcotráfico, cuya figura más emblemática fue Pablo Escobar, autor de inimaginables atrocidades; el de las FARC y el ELN, que han asolado profundamente a Colombia, asociados al narcotráfico, al reclutamiento de niños, el secuestro, el uso de explosivos o minas quiebra patas; el paramilitarismo en todas sus expresiones, el cual degeneró en absurda violencia; y finalmente el de las bandas criminales o “bacrim”, delincuentes provenientes de las autodefensas o de la guerrilla, que viven del ejercicio del narcotráfico y la extorsión en varias regiones del país.
En los últimos diez años, dicha situación dio un importante vuelco en favor de la seguridad e institucionalidad democrática de Colombia. Pero, cuando se creía que episodios de triste recordación para los colombianos habían quedado atrás, como fueron los asesinatos de Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán, Álvaro Gómez Hurtado, Rodrigo Lara Bonilla, o los atentados contra Álvaro Uribe Vélez, Ernesto Samper, Germán Vargas Lleras o el General Manuel José Bonett, entre otros, he aquí que el pasado martes 15 de mayo, la nación y el mundo fueron conmovidos por un sangriento atentado contra el ex Ministro Fernando Londoño Hoyos, director del programa radial “La Hora de la Verdad”, con una bomba de colocación magnética. De esa forma se pretendía silenciar una voz que desde el periodismo radial y escrito denuncia y combate con firmeza por igual a todas las agrupaciones irregulares, o al fanatismo ideológico que se ha enseñoreado en el vecindario, a costa de la libertad y de la democracia. Ese mismo día las autoridades desactivaron un carro bomba en Bogotá cerca de una central de policía, que de haber estallado habría tenido impredecibles consecuencias. El país se ha condolido del fallecimiento en el atentado del conductor y uno de los escoltas del Dr. Londoño, así como por los daños y heridas causados a vecinos y transeúntes, pero celebra que éste haya podido sobrevivir de una manera absolutamente milagrosa.
Más allá de que se compartan o no sus ideas, Londoño es a no dudar un colombiano y un latinoamericano de excepción, con una formación y nivel cultural superiores, que ejerce un estilo de periodismo lúcido, definido y documentado, aunque frontal. Quizás por ello sus posturas resulten controversiales ante sus detractores, pero no es menos cierto que son cientos de miles los colombianos y residentes en el exterior que cada mañana encienden sus transmisores para seguir los análisis y reflexiones de Londoño y su equipo periodístico en “La Hora de la Verdad”. Y es que en un mundo relativista, las personas que defienden con determinación sus convicciones, se ganan el respeto de muchos ciudadanos, incluyendo el de contradictores de pensamiento democrático.
Fernando Londoño expresó después del atentado, que se arrodilla ante Dios por proporcionarle una nueva oportunidad, estando de vuelta de las orillas de la muerte. Pero añadió que esa oportunidad no es para la fuga, para el silencio cobarde, o para una claudicación. Será, dijo, para continuar la lucha por lo que considera grande y bueno, en especial la libertad de prensa, la de sus compatriotas, la justicia, la dignidad humana y la del pueblo colombiano.
En Colombia, en Venezuela y en el mundo, millones de personas han seguido con atención los hechos y el posterior proceso de recuperación de Londoño, y se han solidarizado con él y su familia en los aciagos momentos vividos. Muchos concuerdan con lo por él expresado, de que nada lo silenciará mientras tenga un aliento de vida, y desean que continúe defendiendo con convicción la causa de la libertad, el progreso y la democracia en Colombia y en nuestra desveladora América Latina.
Pese a las naturales angustias que este hecho ha generado, en lo personal me ha complacido haber tenido el privilegio de escuchar el pasado viernes 18 de mayo, en el marco del VIII Congreso Internacional de Minería y Petróleo en Cartagena, una brillante intervención del joven Ministro de la Defensa, Juan Carlos Pinzón, en la cual expuso con amplitud la estrategia que adelanta el actual gobierno de Colombia para hacer frente a los grupos irregulares y a la violencia, en una nueva fase de la política de seguridad iniciada bajo la administración precedente. La nación y el mundo confían en el pleno éxito de tales estrategias, para sosiego ciudadano, y para que un eventual recrudecimiento de la violencia no lesione el favorable momento de confianza a la inversión y al desarrollo que experimenta la economía colombiana, única garantía para el pueblo de un futuro más promisorio y de mejoramiento de su nivel de vida.    
Desde todos los rincones del pensamiento, los latinoamericanos de bien deseamos pronta recuperación y larga vida al Doctor Londoño, y que los autores del oprobioso atentado sean identificados y juzgados conforme a Derecho, en aras de una Colombia de paz, progreso y fortalecimiento de su institucionalidad democrática.   

"Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios"