Con el nuevo año, comienza la contienda electoral en Venezuela. En pocos días, la oposición designará en elecciones primarias al candidato único que enfrentará al todopoderoso presidente de la República, quien ya tiene la alforja henchida de recursos públicos, para soltar a la calle miles de millones con un solo objetivo: asegurar su triunfo en las elecciones del 7 de octubre. En la Venezuela actual están ausentes la planificación y la visión de largo plazo. No importa endeudar más al país, hipotecarlo con ventas de petróleo a futuro, o comprometer la salud financiera de PDVSA y las empresas del Estado. El objetivo vital del gobernante es el poder, y para ello se necesita abundante caja con fines políticos, haciendo caso omiso de los graves problemas estructurales que afectan a la nación entera, a los más necesitados, y al futuro de las nuevas generaciones.
Los anuncios recientes en la tolda opositora fortalecen la tendencia favorable a Henrique Capriles Radonski, pese al coraje mostrado por María Corina Machado y Diego Arria. Éstos sostienen la necesidad de contrastar con el gobierno, denunciar el fraude y hablar con la verdad al país sobre la crisis, mientras que Capriles orientaría su estrategia a captar votos independientes o pro gobierno, evitando polemizar en demasía con el candidato-presidente. En todo caso, el ungido en las primarias deberá afrontar una campaña asimétrica, con todos los recursos del Estado al servicio del candidato oficialista, expresión de un profundo ventajismo, lo cual sumado a las manipulaciones al sistema electoral, exige como expresara Oswaldo Álvarez Paz en reciente artículo, pasearse por escenarios de extrema complejidad política, entre ellos los riesgos de alteración de resultados o la utilización de bandas armadas para intimidar al país, e impedir la alternabilidad política.
No dudo que la dirigencia opositora conoce dichos escenarios y el deber de la defensa del voto, pero no es menos cierto que las reglas del juego son inequitativas y que en algunos procesos previos se mostró debilidad o impreparación. Las esperanzas de los venezolanos están puestas en octubre, conscientes de que es el momento del cambio, o de pérdida por largo tiempo de la institucionalidad democrática. De allí el desafío de transmitir al electorado un mensaje convincente, cuyos lineamientos están apenas esbozados, sin eludir el debate sobre el terrible estado de cosas imperante, y sobre las bases para la sustitución del modelo comunista en marcha, con garantías de gobernabilidad del país.
Desde la distancia, reflexiono a solas en torno a los difíciles retos a los cuales tendría que responder un nuevo gobierno de talante democrático, principalmente:
a) El desmonte de los odios y lucha de clases en la sociedad venezolana, la libertad de los presos políticos, la reconciliación sin impunidad, y la tranquilidad a los segmentos más pobres afectos al régimen, de que no serán objeto de retaliaciones.
b) La reinstitucionalización del Estado, destruido por un estilo personalista y discrecional, lo cual implica el rescate de PDVSA, de la Fuerza Armada, el sistema judicial, el Banco Central, el Ministerio de Relaciones Exteriores, la recuperación de competencias y recursos de Gobernadores y Alcaldes, la libertad de expresión, y la lucha contra la corrupción y la anarquía que corroe las entrañas de la nación.
c) El desarme del país para enfrentar el caos, la inseguridad personal y la existencia de bandas armadas que han sido alentadas desde el gobierno, y que han escapado de su control.
d) El reordenamiento de la economía para revertir el desbordado endeudamiento e inflación; disciplinar el gasto público; exigir rendición de cuentas; reducir la exacerbada intervención del Estado; suspender los regalos al exterior sin perjuicio de la tradición de cooperación internacional de Venezuela; racionalizar los subsidios; restablecer la libertad cambiaria; recuperar la confianza a la inversión, e impulsar la diversificación económica y el desarrollo económico y social.
e) El replanteamiento de una política exterior y de integración económica acorde con los más genuinos intereses geopolíticos de la nación, y no los de un gobierno de turno, con una visión ideológica autocrática y personalista.
f) La reorientación de los programas de ayuda hacia los más necesitados, enfatizando en la generación de empleos dignos y estables como vía para erradicar la pobreza, en lugar del sólo otorgamiento de dádivas, estimulante de la subyugación y el ocio.
Los puntos anteriores, no limitativos, perfilan la magnitud de los retos que enfrentaría de un nuevo gobierno a partir de 2013. Son factores sensibles y de alto riesgo, agravados por las señales transmitidas por personeros del régimen como el General Rangel Silva o el Gobernador Adán Chávez, quienes han asomado el eventual desconocimiento de la voluntad popular si el resultado no les es favorable, o el recurso de la lucha armada. Luce por tanto indispensable un sólido acuerdo entre las organizaciones políticas e independientes con visión democrática, que asegure estabilidad política y el reemplazo de un modelo fracasado, como ocurrió en 1959, cuando bajo el recio liderazgo de Rómulo Betancourt, fue necesario preservar a la naciente democracia de los embates de la extrema izquierda pro cubana, y de la extrema derecha nostálgica del perezjimenismo. Resulta además vital que la Fuerza Armada se comprometa a acatar la voluntad popular, y a no reprimir al pueblo, si éste se viera en situación de defender el voto. Bienvenido sea pues el inicio de la campaña, ojala sin debilidades o complejos en la tolda opositora para denunciar el ventajismo, y con claridad de que no estamos en un proceso electoral normal, sino al margen del Estado de Derecho, y con el reto de relevar a un régimen totalitario, aliado a factores nacionales e internacionales que tratarán de impedir la restitución del orden democrático y de libertades en Venezuela, país clave en la geopolítica regional y mundial. Que Dios ilumine a nuestra sufrida patria.
"Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios"