domingo, 11 de septiembre de 2011

LAS RELACIONES ECONÓMICAS COLOMBO-VENEZOLANAS

Colombia y Venezuela han sido países ligados indefectiblemente por la geografía, la historia y por nexos socio-económicos de gran significación. No obstante, dicha relación ha estado sujeta a dificultades propias de países vecinos, y a coyunturas políticas adversas. Bajo el marco del Acuerdo de Cartagena (CAN), ambas naciones llegaron a convertirse en los principales socios comerciales para el comercio de manufacturas, y en segundos en el comercio total, pero además, se generaron formas múltiples de relación asociadas a los nexos que unen a las zonas de frontera y a los agentes económicos privados, ello hasta la anti histórica decisión adoptada por el gobierno venezolano de denunciar el Acuerdo de Cartagena en abril de 2006, siendo que en dicho marco se había llegado a la formación de una unión aduanera y a la conformación de uno de los ejes de integración bilaterales más dinámicos de América Latina.

El intercambio comercial colombo-venezolano registraba cifras insignificantes en el quinquenio 1970-1974, en un promedio de US$ 28 millones anuales. Ya en el período 1980-1982, gracias al proceso de integración, el intercambio alcanzó los US$ 300 millones anuales, pero fue a partir de 1990, cuando gracias al impulso político para perfeccionar la zona de libre comercio y la unión aduanera andina, que se inició una inusitada etapa de crecimiento del intercambio andino y bilateral, apoyada en los márgenes de preferencia que garantizó el Arancel Externo Común aprobado en 1993. Así, en 1990, el intercambio bilateral superó por primera vez los US$ 500 millones, hasta llegar a su nivel record de US$ 7.289 millones en 2008, con más del 80% compuesto por productos manufacturados de alto valor agregado.
Las tensiones y desconfianzas políticas surgidas entre los gobiernos de Colombia y Venezuela entre los años 2005 y 2010, y la decisión del gobierno venezolano de apartar al país de la CAN, generaron nefastas consecuencias sobre las relaciones comerciales, pese a “entendimientos pendulares” entre ambos gobiernos. A raíz de la operación que produjo en 2009 la baja en territorio ecuatoriano del líder guerrillero Raúl Reyes, las relaciones diplomáticas y comerciales colombo-venezolanas llegaron a su punto más bajo, en virtud de la retaliación venezolana, que supuso el cierre de fronteras al comercio y la aplicación de medidas discriminatorias contra Colombia.
En la tesis con la cual este autor optó al grado de Doctor en Economía por la Universidad ESEADE de Buenos Aires*, además de analizar la notable evolución de las relaciones colombo-venezolanas, su composición y efectos, se intentó una aproximación a la medición del costo de la no integración bilateral. En efecto, por primera vez en su historia, Venezuela ha optado por un manejo discrecional de la política de comercio exterior, con objetivos políticos e ideológicos,  y un alto nivel de intervención del Estado, entre otros mediante el control de cambios y la estatización de gran parte de la economía. Partiendo de la base de que el retiro de Venezuela de la CAN obedeció a consideraciones políticas, los costos para los dos países son inconmensurables, en la medida en que han surgido obstáculos y costos en varios planos: a) Barreras políticas y jurídico-institucionales; b) Barreras físicas y técnicas; c) Barreras socio-culturales e históricas; d) Barreras regionales y fronterizas, y e) Barreras fiscales y económicas.
Al denunciar el Acuerdo de Cartagena, el gobierno venezolano optó por acelerar las negociaciones para la adhesión al Mercosur, las cuales concluyeron en 2006. Pero el Protocolo respectivo no ha sido ratificado por el Congreso del Paraguay, y por tanto, cinco años después, no está vigente. Al respecto, es de señalar que tanto la decisión de retiro de la CAN y del G-3, como la adhesión al Mercosur, no contaron con la anuencia de las organizaciones políticas de oposición, ni del grueso del empresariado nacional. Tienen por tanto la característica de una decisión polémica, no compartida, y por tanto de una clara debilidad estructural.           
La caída de las exportaciones colombianas a Venezuela fue en 2009 del orden del 33,5%, al descender de US$ 6.092 millones en 2008 a US$ 4.050 millones, con un impacto del 1% en el PIB de Colombia, especialmente en el segundo semestre del año, cuando se sintieron con mayor profundidad las restricciones venezolanas. A su vez, las exportaciones de Venezuela a Colombia disminuyeron en un 53% en 2009 respecto al año anterior, influidas por la afectación del aparato productivo y la caída global de las exportaciones no petroleras del país. En 2010, los efectos negativos continuaron: las exportaciones de Colombia a Venezuela bajaron en el primer semestre en 72% respecto a igual período de 2009, y en un promedio de 65% para todo el año, con una reducción en  valor de US$ 1.423 millones, de los cuales los productos industriales pasaron de US$ 4.752 millones en 2009 a US$ 1.205 millones en 2010 (3.547 millones menos), en tanto que las exportaciones de Venezuela a Colombia decrecieron de un valor máximo en 2006 de US$ 1.438 millones, a 528 millones en 2009 y a 291 millones en 2010, afectando a la industria básica: siderurgia, aluminio y petroquímica, aunque dicho fenómeno obedeció a la drástica disminución de la producción y de las exportaciones no tradicionales venezolanas.   
Desde la toma de posesión del Presidente Santos en agosto de 2010 se inició una etapa de distensión y de cooperación en temas como la deuda venezolana con los exportadores colombianos, la búsqueda de un acuerdo de complementación económica bilateral, la inversión social en la zona de frontera, el desarrollo de obras de infraestructura y el tema vital de la seguridad, a cuyo efecto se crearon varias comisiones, con resultados hasta ahora limitados. Así, se avanzó parcialmente en el pago de la deuda, pero no así en materia comercial. En efecto, no ha sido posible definir un marco jurídico sustitutivo del régimen de la CAN, sino que se han prorrogado temporalmente las preferencias arancelarias a partir de su expiración el 26 de abril de 2011, sin que se perciba por ahora un arreglo, pues las propuestas venezolanas plantean un régimen de comercio administrado, aranceles variables y normas de duración limitada, que no sería un buen sustituto del libre comercio que imperaba bajo el régimen de la CAN, pese a los obstáculos impuestos por Venezuela. Subsiste por ello un ambiente de escepticismo, que ha obligado al gobierno y a los exportadores colombianos a impulsar una estrategia de diversificación de mercados, permitiendo que el monto total de las exportaciones continúe creciendo hasta niveles que superarán este año los US$ 50.000 millones, aunque hay que decirlo, los mercados recíprocos resultan insustituibles, dada la cercanía geográfica, que permite utilizar medios de transporte terrestre, el carácter natural de ambos mercados y la excepcional composición cualitativa del intercambio, con predominio de productos industriales.
En el primer trimestre de 2011, las importaciones colombianas desde Venezuela aumentaron en 126% respecto a igual período del año 2010, al alcanzar US$ 156 millones, cifra aún modesta comparada con la de años anteriores. Pero en cuanto a las exportaciones colombianas a Venezuela la situación es más grave, pues para el lapso enero-julio de 2011, pese a los acercamientos políticos, las exportaciones siguen contrayéndose, como se evidencia de la cifra alcanzada de US$ 742 millones, es decir 2,3% menos que el ya deprimido año 2010. De dicha cifra, hubo un crecimiento del 11,6% en la exportación de productos primarios, y una caída del 14% en productos industriales, marcando un sensible deterioro en su composición cualitativa.
En suma, todo indica que las cifras de comercio bilateral no regresarán a los niveles de 2008, con un daño profundo y alta destrucción de valor que recae sobre los países, pueblos y empresarios, daño sólo reparable el día en que Venezuela rectifique, vuelva al seno de la CAN, de la cual nunca debió salir, que los agentes económicos privados recuperen su papel protagónico en el comercio, la inversión y el desarrollo, y que las poblaciones fronterizas, que constituyen espacios de gran vitalidad e interacción, logren una participación más protagónica, por encima del centralismo y del estatismo macrocefálico prevaleciente en Venezuela. 


·         La Tesis doctoral del autor de este escrito, tuvo como tema “Las relaciones económicas colombo-venezolanas: un caso relevante y complejo de integración en América Latina", publicada por el Fondo de Publicaciones de la Universidad Sergio Arboleda, Bogotá, en septiembre de 2010.


"Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios"

1 comentario:

  1. Leyendo a Pedro Crmona y asumiendo la exactitud de sus planteamientos, se da uno cuenta de como la improvisación política le resta a las sociedades mentes lúcidas que deberían permnecer gerenciando su presente y su futuro, muy por encima de la mediocridad de las diferencias ideológicas entre facciones de aventureros que optan irresponsablemente por el poder. Más que nosotros, deberían sentirlo los venezolanos de los sectores más deprimidos socio-económicamente hablando. Es a ellos a quines más afecta su ausencia. Rafael Grooscors Caballero.

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