Introducción de Ricardo Angoso, periodista entrevistador.
La reciente retirada del candidato presidencial Leopoldo López, quien era uno de los favoritos en las elecciones primarias previstas dentro de la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD), despeja el camino para la casi segura elección –según las encuestas publicadas hasta la fecha– del gobernador Henrique Capriles como candidato para disputar con Hugo Chávez la presidencia de país. Las elecciones presidenciales, previstas para octubre de este año, se celebrarán en un momento crucial para el régimen que enarbola como bandera al “socialismo del siglo XXI”, debido, sobre todo, a la inesperada enfermedad del máximo líder y al agravamiento de los problemas internos. Una vez retirado López, que era visto con grandes esperanzas por algunos sectores venezolanos pero con escasas posibilidades de derrotar a Chávez por varias razones, quedan en la escena política frente a Chávez el abogado Pablo Pérez, el sindicalista Pablo Medina, la ingeniera María Corina Machado, el exembajador Diego Arría y el ya citado Capriles. La elección del candidato será el 12 de febrero y, una vez elegido, todos los demás postulantes, tal como se ha previsto y salvo sorpresas, cerrarán filas en torno al ganador. ¿Será así? Veremos. La salida de López de la nómina de candidatos y su apoyo a Capriles no es algo desdeñable, pues sumaba en las encuestas un capital político que se situaba alrededor del 15 por ciento, y contribuye a clarificar el escenario. Una vez que Capriles salga elegido, pues por ahora no se perfila nadie que le pueda hacer sombra, a la oposición le esperan ocho largos meses de campaña muy duros, en donde las provocaciones, la manipulación informativa y la violencia –habituales armas del régimen chavista– estarán al orden del día. La disputa estará muy reñida, ya que la popularidad de Chávez sigue alta, aunque el debate de fondo sigue siendo la verdadera gravedad de la enfermedad del presidente y máximo caudillo. El cáncer del presidente se ha convertido en el epicentro de la vida política venezolana, ya que de su evolución depende, en gran medida, el futuro de la revolución bolivariana. Un régimen tan caudillista como el de Venezuela gravita sobre su máximo líder y las condiciones en que se produjera una posible sucesión, bien por defunción precipitada o por un agravamiento que provocara el relevo, están más presentes de lo que parece en el interior del movimiento que apoya a Chávez. Al parecer, cuentan los analistas venezolanos, el régimen está dividido entre los halcones que apoyan a Adán Chávez, verdadero ideólogo del régimen y consabido comunista, los pragmáticos que apoyarían al canciller Nicolás Maduro, un duro pero sin ideología conocida aunque muy cercano a los intereses de Cuba, y los izquierdistas de corte democrático que se decantarían por el vicepresidente Elías Jaua. Cualquiera de estos tres candidatos, si Chávez se apartase de la escena por cualquier razón, tiene serias posibilidades de suceder al controvertido caudillo, aunque no descartemos que finalmente llegue a las elecciones de octubre y así no se abriría la siempre compleja batalla sucesoria. Capriles tendrá que batirse con Chávez o bien con cualquiera de los ya citados postulantes. La campaña será larga, dura y, previsiblemente, sucia. El descarado ventajismo con el que juega el régimen, el monopolio informativo del oficialismo y el control del aparato electoral, junto con el descarado clientelismo con que cuenta a merced del manejo del dinero procedente de la industria petrolera, hacen que sea una lucha absolutamente desigual. Enormes retos y desafios Gane quien gane, sea del oficialismo o de la oposición, lo único que queda claro es que el próximo presidente tendrá que gestionar el colapso generado después de trece años de ineficacia, ineficiencia y despilfarro de los recursos públicos. El país sufre una profunda parálisis en lo económico, sobre todo por la dependencia de los ingresos del petróleo, e importa el 95 por ciento de lo que consume. No se produce nada de nada y Venezuela ocupa el último lugar en la recepción de inversiones extranjeras en América Latina. Hay cortes de luz periódicamente, suspensiones en los servicios públicos y el transporte, como el Metro de Caracas —antaño orgullo de todos los venezolanos—, también se ve interrumpido numerosas ocasiones, por citar tan sólo algunos ejemplos del caos cotidiano en que se vive. Luego está la inseguridad ciudadana, que han convertido a este país en uno de los más peligrosos del mundo; en la última década se han producido más de 100.000 homicidios y el pasado año la cifra alcanzó los 20.000. Solo en la ciudad de Caracas es normal que un fin de semana la cifra se acerque al centenar y el fin de año hubo 94 homicidios, una cifra escalofriante para una ciudad de apenas seis millones de habitantes y que ya es más peligrosa que Kabul o Bagdad, con tasas de homicidios incluso más bajas que la capital venezolana. Mención aparte merece el abandono generalizado de las infraestructuras, en una nación donde en los últimos años no se construyó nada y, lo que es peor, ni se reparó, con lo cual cuando uno atraviesa este antaño próspero país se tiene la sensación de estar circulando por un paisaje abandonado tras un ataque nuclear. Carreteras intransitables, baches –o cráteres– sin asfaltar desde hace años, puentes a punto de caerse, desprendimientos inesperados en casi toda la red vial y edificios abandonados a medio construir, junto un sinfín de escenas indescriptibles que conforman la realidad venezolana, hacen de Venezuela un país casi abatido por una guerra. Necesitará de un auténtico proceso de reconstrucción nacional si de veras quiere convertirse en un país del siglo XXI. A este cuadro que le espera al próximo presidente se le viene a unir la corrupción y la opacidad en las cuentas públicas por parte del régimen y del mismísimo presidente Chávez que pone y dispone de los fondos del petróleo al servicio del proyecto bolivariano y de los países de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), pero especialmente para Cuba y Nicaragua, cuyas ruinosas economías son financiadas a golpe de talonario. En fin, gane quien gane, la herencia por recibir será nefasta y fruto de una tragedia que dura ya casi tres lustros.
CAMBIO 16. 13 febrero 2012, Nº 1 800, internacional
Pedro Carmona: Economista y ex Presidente de la patronal venezolana. Desde su exilio colombiano, que comenzara hace ya una década, analiza la difícil coyuntura que atraviesa su país y el próximo desafío electoral que tiene ante sí la oposición, a la que advierte que debe ir con un solo liderazgo para derrotar a Chávez en las urnas.
RA: Qué argumento tiene para sostener que Venezuela se cubaniza?
PC: Los hechos hablan por sí solos. La presencia de contingentes cubanos en Venezuela ha sido creciente, en sus inicios en los campos de la salud y educación, pero se ha extendido a sectores estratégicos como la seguridad e inteligencia; las notarías y registros; la identificación y extranjería; la protección del presidente, las llamadas “misiones” y, la sala situacional del Palacio de Miraflores, donde se gestan las decisiones cruciales del régimen. La cubanización es así una realidad que configura la mayor cesión de soberanía de la historia nacional, insólitamente justificada en el hecho de que ambos países conforman un solo proceso con objetivos comunes. Actualmente, se entregan a Cuba 112.000 barriles diarios de petróleo, que se dicen compensados por los 60 a 70.000 cubanos que prestan servicios en el país. Además, existe una relación de dependencia afectiva del presidente Chávez con Fidel Castro, líder indudable del proceso revolucionario cubano. El propio Chávez lo menciona como su maestro y mentor, e indica que gracias a él, ha podido avanzar en su proceso revolucionario.
RA: Le he visto muy pesimista en sus últimos artículos con respecto a las próximas elecciones. ¿En qué se sustenta para serlo?
PC: No soy pesimista, trato de ser realista y de advertir que las reglas electorales están distorsionadas por el absoluto ventajismo oficialista. La oposición no tiene otras armas que las legales y electorales. Se requiere mayor firmeza en la denuncia del fraude, y garantizar el respeto al voto. A manera de ejemplo, la oposición no tiene acceso al padrón electoral, donde estarían ocultos varios millones de votos fantasmas, y el árbitro, el Consejo Nacional Electoral está integrado por afectos al régimen. Los especialistas coinciden en las máquinas electrónicas son susceptibles de manipulación, y por último, el régimen coloca a su servicio todos los recursos del Estado. En estas circunstancias, la lucha es asimétrica; el presidente y sus acólitos, incluyendo a la cúpula militar, afirman que se mantendrán en el poder hasta el 2031, que no aceptarán un gobierno de oposición, o que la vía electoral no es el único medio, pues la lucha armada no es descartable. Estas ilegales expresiones siembran temores e incertidumbre, y son la razón de mis interrogantes de cara al futuro.
RA: Hay quien dice que lo que está en juego en Venezuela en las próximas elecciones es quién gestiona el colapso del país. ¿Comparte esa lectura de la realidad venezolana?
PC: El panorama económico del país en el mediano y largo plazo es inviable. Solamente con altos precios del petróleo y mayor deuda es posible tapar el agujero fiscal, subsidiar, regalar dinero a otros países con fines políticos, y mantener el gasto público como centro de la economía. Hoy, el país es más dependiente que nunca del petróleo; el 95 por ciento de las exportaciones son petroleras, con sólo el 5 por ciento de no tradicionales. Como se requiere más caja, el Gobierno vende petróleo a futuro a China, en lo que constituye una hipoteca de primer grado para las nuevas generaciones de venezolanos. Por otra parte, la aplicación de estricto control de cambios plantea a las empresas privadas problemas para acceder a las divisas requeridas para el giro de sus negocios. Ello explica las crecientes importaciones, el desabastecimiento y la mayor inflación de toda América Latina, en promedios cercanos al 30 por ciento.
RA: ¿Cómo ve la salud de la oposición, más concretamente de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD)?
PC: Ha ido evolucionando en términos alentadores. El registro de los candidatos y su campaña muestran voluntad de unidad y ella es un requisito sine qua non para enfrentar a ese complejo cuadro. El 12 de febrero de 2012 es la fecha crucial de las elecciones primarias, y a partir de allí, el “líder único” oficialista, Chávez, tendrá un contendor. Hace pocas semanas se celebraron dos refrescantes debates entre los seis precandidatos opositores, bajo una visión amplia a la cual los venezolanos estaban desacostumbrados, ante el pensamiento único del gobernante. No obstante, la candidatura única es un requisito necesario pero no suficiente. Se requiere estructurar un programa común que convenza al amplio segmento de indecisos y a quienes están preocupados porque las condiciones desfavorables en las que juega la oposición sirvieran sólo para legitimar a un régimen cuyo único objetivo es perpetuarse en el poder a toda costa.
RA: ¿Qué balance hace de la situación económica que vive el país?
PC: Muy compleja: continúa el proceso de progresivo endeudamiento del país, con una menor producción petrolera. Las condiciones para la inversión privada son cada vez más adversas, por una parte, por las masivas expropiaciones industriales, agropecuarias y de servicios. Más recientemente, se aprobaron nuevas leyes que restringen más las libertades económicas, como la Ley de Costos y Precios Justos, o una Ley Inmobiliaria que debilita seriamente el concepto de propiedad privada. El Estado venezolano avanza indetenible en la intervención de la economía, generando más desconfianza. Si ya había un nivel alto de desinversión por la obsesión expropiadora del Gobierno, las empresas sobrevivientes son más vulnerables al cierre o quiebra, lo cual agravará la situación del empleo, y la dependencia del sector petrolero. Pero al Gobierno sólo parece interesarle crear un Estado omnipotente e intervencionista, con el agravante de que muchas de las empresas estatizadas han dejado de ser productivas o eficientes.
RA: ¿Cree que de aquí a las elecciones la enfermedad de Chávez va a ser un elemento clave en el debate?
PC: Circulan muchos informes y conjeturas sobre la salud del presidente, y es indudable que si hubiera un agravamiento ello influiría sobre el proceso electoral de 2012. El Gobierno adelantó las elecciones para el mes de octubre, ante cualquier eventualidad, pues es clara la prioridad del régimen de asegurar la continuidad, incluso con un plan B si las cosas se complicaran, con influencia cubana, dada la dependencia de ese país de recursos venezolanos y el control que ejerce en los pasos estratégicos del régimen. Muchas encuestas muestran que un porcentaje considerable de la población le da su confianza a Chávez, pero que una clara mayoría cree que el presidente no debe permanecer más allá de los 13 años que ha gobernado, ello desde luego si hubiese elecciones limpias y no se intimidara al pueblo a cambio de dádivas o empleos.
RA: ¿Parece, no obstante, que la proyección exterior del régimen se ha debilitado, quizá incluso a cuenta de la enfermedad?
PC: Creo que sí, no solo por las violaciones sistemáticas al Estado de Derecho, la corrupción y la falta de independencia de los poderes públicos, sino por hechos internacionales como el desprecio por las decisiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y las firmes alianzas tejidas con oprobiosas dictaduras en el mundo. La comunidad internacional sabe que las reglas de juego democrático son precarias en Venezuela, pero el poder del dinero y del petróleo puede más que las convicciones. La democracia es sólo un barniz útil en Venezuela. Hubo legalidad electoral en el origen en 1998, pero no existe legitimidad en el desempeño democrático, como lo establece la ahora “incómoda” Carta Democrática Interamericana de la OEA.
RA: ¿Parece que hay una crisis de lo que usted denominó un día como la ‘franquicia chavista’?
PC: Está circunscrita a los países del ALBA. Incluso en países de América Latina donde ha triunfado la izquierda prevalece el centro o centro-izquierda moderado, y no el radicalismo chavista, como ocurre en Brasil, Chile, El Salvador, Perú, Uruguay y hasta en Argentina, con sus particularidades. Creo que ese giro de la izquierda marca ciertas distancias con Chávez, aunque todos tratan de obtener beneficios económicos de su generoso y dilapidador bolsillo.
RA: ¿Cómo ve, en general, la salud democrática del continente?
PC: Con sensibles deterioros en los casos de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y ahora Ecuador, donde se limita la libertad de prensa y proliferan los actos autoritarios. El caso de Nicaragua es insólito, pues mediante una violación constitucional avalada por órganos abyectos al Gobierno, se permitió la candidatura del presidente Daniel Ortega, y luego se perpetró un fraude electoral, denunciado por la oposición. En Guatemala, por el contrario, se realizaron elecciones limpias, que han llevado al país a un cambio de tendencias políticas, y en el caso del Perú, donde había muchas dudas, se aprecia por ahora una tendencia a preservar el sostenido desarrollo de la última década. Preocupa sí que la región se haga la vista gorda con el cumplimiento de la Carta Democrática Interamericana, lo que la ha convertido en letra muerta, y que, en otras instancias, Unasur y la CELAC se confeccionen nuevos textos que enfatizan sólo en las elecciones, y no en la legitimidad democrática de los gobiernos.
RA: ¿No tiene que ver esa tendencia con un desinterés de los Estados Unidos hacia los problemas de la región?
PC: No es algo propio de este Gobierno, sino que ya antes, en el de Bush, se percibía una débil visión estratégica respecto a América Latina, algo inconveniente que debería modificarse en los próximos años. Estados Unidos carece de una visión estratégica clara con el continente. Los recientes TLC con Panamá y Colombia, son positivos, pero faltó congruencia con la condición de Colombia como aliado estratégico de tantos años.
RA: Eso quizá lleve a los países del Continente a buscar nuevos mercados, ¿no cree?
PC: Es una tendencia que estimulará la diversificación exportadora de estas economías, como ha ocurrido en Chile y Perú, que se proyectan a Asia en forma clara. México, por el contrario, no puede escapar de la gran interrelación económica con su vecino Estados Unidos. Colombia se esfuerza ahora en la diversificación de mercados hacia el mercado asiático, y los de la Unión Europea, EFTA, Estados Unidos, Canadá y América Latina. Pero Chile representa el mejor ejemplo de apertura y diversificación exportadora de la región.
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