Colombia ha
sufrido durante décadas el implacable embate de la violencia y de un terrorismo
sin alma con múltiples rostros: ayer, el del M-19, actualmente reinsertado a la vida
democrática, movimiento que fuera protagonista del ataque al Palacio de Justicia en 1985,
y por cuyo rescate paradójicamente pagan penas oficiales militares que lo
comandaron, como también de la toma de la Embajada de la República Dominicana en Bogotá en
1980; el del narcotráfico, cuya figura más emblemática fue Pablo Escobar, autor
de inimaginables atrocidades; el de las FARC y el ELN, que han asolado profundamente
a Colombia, asociados al narcotráfico, al reclutamiento de niños, el secuestro,
el uso de explosivos o minas quiebra patas; el paramilitarismo en todas sus
expresiones, el cual degeneró en absurda violencia; y finalmente el de las
bandas criminales o “bacrim”, delincuentes provenientes de las autodefensas o de
la guerrilla, que viven del ejercicio del narcotráfico y la extorsión en varias
regiones del país.
En los
últimos diez años, dicha situación dio un importante vuelco en favor de la
seguridad e institucionalidad democrática de Colombia. Pero, cuando se creía
que episodios de triste recordación para los colombianos habían quedado atrás, como
fueron los asesinatos de Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán, Álvaro Gómez
Hurtado, Rodrigo Lara Bonilla, o los atentados contra Álvaro Uribe Vélez, Ernesto
Samper, Germán Vargas Lleras o el General Manuel José Bonett, entre otros, he
aquí que el pasado martes 15 de mayo, la nación y el mundo fueron conmovidos por
un sangriento atentado contra el ex Ministro Fernando Londoño Hoyos, director
del programa radial “La Hora de la Verdad”, con una bomba de colocación
magnética. De esa forma se pretendía silenciar una voz que desde el periodismo radial
y escrito denuncia y combate con firmeza por igual a todas las agrupaciones
irregulares, o al fanatismo ideológico que se ha enseñoreado en el vecindario,
a costa de la libertad y de la democracia. Ese mismo día las autoridades
desactivaron un carro bomba en Bogotá cerca de una central de policía, que de
haber estallado habría tenido impredecibles consecuencias. El país se ha condolido
del fallecimiento en el atentado del conductor y uno de los escoltas del Dr.
Londoño, así como por los daños y heridas causados a vecinos y transeúntes,
pero celebra que éste haya podido sobrevivir de una manera absolutamente milagrosa.
Más allá de
que se compartan o no sus ideas, Londoño es a no dudar un colombiano y un latinoamericano
de excepción, con una formación y nivel cultural superiores, que ejerce un estilo
de periodismo lúcido, definido y documentado, aunque frontal. Quizás por ello
sus posturas resulten controversiales ante sus detractores, pero no es menos
cierto que son cientos de miles los colombianos y residentes en el exterior que
cada mañana encienden sus transmisores para seguir los análisis y reflexiones de
Londoño y su equipo periodístico en “La Hora de la Verdad”. Y es que en un
mundo relativista, las personas que defienden con determinación sus
convicciones, se ganan el respeto de muchos ciudadanos, incluyendo el de contradictores
de pensamiento democrático.
Fernando Londoño expresó después del
atentado, que se arrodilla ante Dios por proporcionarle una nueva oportunidad,
estando de vuelta de las orillas de la muerte. Pero añadió que esa oportunidad
no es para la fuga, para el silencio cobarde, o para una claudicación. Será, dijo,
para continuar la lucha por lo que considera grande y bueno, en especial la
libertad de prensa, la de sus compatriotas, la justicia, la dignidad humana y
la del pueblo colombiano.
En Colombia,
en Venezuela y en el mundo, millones de personas han seguido con atención los
hechos y el posterior proceso de recuperación de Londoño, y se han solidarizado
con él y su familia en los aciagos momentos vividos. Muchos concuerdan con lo por
él expresado, de que nada lo silenciará mientras tenga un aliento de vida, y
desean que continúe defendiendo con convicción la causa de la libertad, el
progreso y la democracia en Colombia y en nuestra desveladora América Latina.
Pese a las naturales
angustias que este hecho ha generado, en lo personal me ha complacido haber
tenido el privilegio de escuchar el pasado viernes 18 de mayo, en el marco del VIII
Congreso Internacional de Minería y Petróleo en Cartagena, una brillante intervención
del joven Ministro de la Defensa, Juan Carlos Pinzón, en la cual expuso con
amplitud la estrategia que adelanta el actual gobierno de Colombia para hacer
frente a los grupos irregulares y a la violencia, en una nueva fase de la
política de seguridad iniciada bajo la administración precedente. La nación y
el mundo confían en el pleno éxito de tales estrategias, para sosiego
ciudadano, y para que un eventual recrudecimiento de la violencia no lesione el
favorable momento de confianza a la inversión y al desarrollo que experimenta
la economía colombiana, única garantía para el pueblo de un
futuro más promisorio y de mejoramiento de su nivel de vida.
Desde todos
los rincones del pensamiento, los latinoamericanos de bien deseamos pronta recuperación
y larga vida al Doctor Londoño, y que los autores del oprobioso atentado
sean identificados y juzgados conforme a Derecho, en aras de una Colombia de
paz, progreso y fortalecimiento de su institucionalidad democrática.
"Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios"
Hola, Pedro. Soy Olga. ¿Tu te leíste un libro de Marcos Tarre, BALA MORENA y, mas reciente, ROJO EXPRESS? El primero, referente a la guerrilla colombiana. Tal vez haya exagerado un poco, pero trataba de demostrar que, si bien al principio combatían por ideales, hoy dia es simplemente un modo de vida, Y el segundo se refiere al delito de moda; los secuestros. En ambos casos se da a entender una verdad del tamaño de una catedral: matar, envicia al que lo hace. Le creo, ya que pienso que una cosa es la tendencia política que puedas tener y otra, muy distinta es que, en nombre de esa tendencia, se deleiten torturando e inventando nuevas torturas, vengarse hasta llevar a la muerte a otra persona o asesinar por placer. Los collares explosivos son mas o menos a lo que me estoy refiriendo o pasar un tanque de guerra por encima de una muchacha que protesta, como sucedio no hace tanto tiempo en Israel.
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