El título
escogido para estas reflexiones, después de meses de silencio en el Blog,
refleja el estado de ánimo que me embarga, al igual que a tantos compatriotas. Mi
último escrito fue en la Navidad de 2012, transcurridos ya los procesos
electorales de octubre y diciembre, en los cuales se consumaron múltiples irregularidades,
abuso de poder e intimidaciones, sobre cuyas bases el régimen chavista se
aferra al poder sin miramientos.
Es mucha el
agua que ha corrido debajo del puente en lo que va del 2013. A la muerte de
Chávez, Maduro, sucesor por gracia de su testamento político y de la voluntad
de los hermanos Castro, se impuso en los comicios del 14 de abril, no solo con
manipulaciones y la complicidad del CNE, sino con un abierto ventajismo en el
manejo de los recursos públicos y el peso del aparato del Estado. La impugnación
interpuesta por Henrique Capriles fue desestimada por un Tribunal Supremo de
Justicia abyecto al oficialismo, evidenciando ante el mundo y Unasur, entidad que
fue engañada, que en Venezuela no existen ni resquicios de equilibrio de
poderes. A Capriles solo le queda ahora la opción de las instancias internacionales,
pese a su dudosa independencia y viabilidad.
Muchos
analistas han comentado el pobre balance de los primeros 100 días de gobierno
de Maduro. Pocas palabras bastan: más restricciones a la libertad de
información y toma de medios, entre ellos Globovision, dejando un gran vacío de
opinión; el endiosamiento del caudillo fallecido para construir un mito imprescindible
para afianzarse en el poder y ocultar las limitaciones del “hijo de Chávez”; el
inocultable fracaso económico, legado del difunto, quien dejó en manos de
Maduro una bomba de tiempo, ahora agravada por la incapacidad del régimen. Así,
la inflación superará en 2013 el 40% (60% para alimentos); el desabastecimiento
bate records históricos (20%), con paliativos a través de irracionales niveles
de importación que favorecen a países “aliados” y a círculos de corrupción; la saturación
de la capacidad de endeudamiento público; las propiedades en manos del Estado causan
cuantiosas pérdidas fiscales, al igual que absurdos subsidios a combustibles,
alimentos y servicios, en tanto que la política cambiaria constituye el cuello
de botella que castiga al sector productivo y afecta la calidad de vida de los
venezolanos.
Las frenéticas
expropiaciones impulsadas por Chávez han hecho más vulnerable al país por la
dependencia de las importaciones, con lo cual se genera empleo en otros países,
no en Venezuela, y se desvían divisas que contribuirían al desarrollo nacional,
sin contar las generosas dádivas que se otorgan con fines de proselitismo
político al nivel nacional e internacional, contrastando con el pésimo estado
de la infraestructura, la ausencia de obras públicas, y el deterioro de
escuelas, hospitales y de la seguridad ciudadana.
Se anuncia
un Plan Patria Segura contra la inseguridad, pero ocurren 70 asesinatos
diarios, pues se armó al pueblo, a “malandros”, a bandas de motorizados, y se
estimuló desde el propio gobierno una injustificable impunidad, caos carcelario
y anarquización. Se anuncia además lucha contra la corrupción, pero apenas se
investiga a pocos e insignificantes chivos expiatorios. Es sabido que en
Venezuela no se mueve una hoja sin que medien “mordidas” y jugosas comisiones. ¿Hay
dinero en las calles y nuevos ricos?: desde luego. Los “boliburgueses” y
funcionarios públicos atesoran fortunas que se trasladan a cuentas en el secretísimo
sistema financiero cubano-chino, o algunos más audaces, en el de occidente. El
nepotismo continúa, con la boda entre el Presidente y la Procuradora, un hecho
institucional sin precedentes. Además del daño al patrimonio, se manejan billones
de dólares a través de fondos discrecionales, sin rendición de cuentas ni
control político. Como dirigente gremial que fui, distingo también en el sector
privado entre empresarios con principios, valores, arraigo y responsabilidad
social, y negociantes, que abrevan en las fuentes del gobierno, compartiendo la
riqueza con altos funcionarios del régimen.
De otra
parte, irrita las fibras de la nacionalidad ver al país cubanizado, alienado en
su soberanía a cambio de apoyos políticos y estratégicos necesarios para
afianzar al régimen e irradiar la ideología castro comunista. Un gobierno que
se entrega sin rubor a otra nación cediendo manejo estratégico, y que es controlado
por fuerzas invasoras, no puede declararse independiente. El caso venezolano es
pues único en la historia universal: el país fuerte financia al más débil para
que lo domine, entregándole en aras de apoyo y un proyecto ideológico, los más
sagrados valores de la nacionalidad. El espectáculo del pasado 26 de julio en
Cuba, de Maduro rodeado del alto mando militar rindiendo pleitesía a los
hermanos Castro y a la revolución de ese país es lesivo, como lo es el papel
del siniestro G-2 cubano en los cuerpos de seguridad e inteligencia del Estado
venezolano y en la Fuerza Armada.
Leía hace
pocos días un escrito del actor Miguel Ángel Landa que me conmovió, en el cual relata
su desconcierto ante una Venezuela destruida y arrebatada. Dice Landa:
“No tengo idea en donde estoy ni para donde voy. Las que fueron mis
referencias para ubicarme en Venezuela han desaparecido. Es como volar en la
niebla sin radio y sin instrumentos. Nací y crecí en Caracas pero ya no soy
caraqueño: no me encuentro a mí mismo en este lugar convertido hoy en relleno
sanitario y manicomio, poblado por sujetos extraños, impredecibles, sin
taxonomía. A lo largo de mi vida recorrí casi todo el país, lo sentí, lo
incorporé a mi ser, me hice parte de él. Hoy no lo reconozco, no lo encuentro.
El extranjero soy yo. Ocho generaciones de antepasados venezolanos no me
ayudan a sentirme en casa. Nos cambiaron la comida, los olores de nuestra
tierra, los recuerdos, los sonidos, las costumbres sociales, los nombres de las
cosas, los horarios, nuestras palabras, nuestras caras y expresiones, nuestros
chistes, nuestra forma de vivir el amor, los negocios, la parranda, o la amistad.
Forzosamente nuestro cerebro y nuestro metabolismo se fueron al carajo, ese
ignoto lugar carente de coordenadas. Hoy somos zombis, ajenos a todo, letras
sin libros, biografías de nadie. Nos quedamos sin identidad y sin pertenencia.
Una forma muy ocurrente de expatriarte: en lugar de botarte a ti del país,
botaron al país y te dejaron a ti. Hoy Venezuela agoniza en algún exilio, pero
no en un exilio geográfico. No, Venezuela se extingue aceleradamente en un
exilio de antimateria, sin tiempo ni espacio. Cualquiera sea el intersticio
cuántico en donde se desvanece Venezuela, no podremos llegar a él. El país
desapareció de la memoria de las cosas universales; no existen unidades o
instrumentos capaces de medir su extraña ausencia. No hay un cadáver que sepultar,
ni sombra, huella, o testamento que atestigüen una muerte. Todo se perdió en un
críptico agujero negro”.
Qué
desgarradores sentimientos, comunes a muchos que sienten el predominio del
poder por el poder, de una ideología foránea, de poderosos intereses
internacionales y de antivalores, por encima de los principios que deberían inspirar
a gobernantes con visión de estadistas, cuyo deber es aglutinar y construir, en
lugar de fracturar y destruir.
El desdén
hacia la legalidad se acentúa, junto al abuso infinito de poder y la tendencia
a confundir el patrimonio público con el personal (véase el reciente relato
sobre la familia Chávez haciendo uso de la residencia presidencial de La
Casona, patrimonio de la nación, con costos para el Estado). No habrá en el
país salida electoral mientras prevalezca el afán oficialista de jugársela con
todo, aún con fraudes, para perpetuarse en el poder. Pero es también triste la resignación
de muchos venezolanos frente al estado de cosas imperante, con unos márgenes de
indiferencia que acentúan el dolor de patria.
En el
extranjero se nos pregunta si Venezuela es un país de atavismos dictatoriales y
de frágiles valores institucionales, y si la bota militarista y la represión son
la constante, y por excepción, breves períodos democráticos. Me niego a aceptarlo.
Albergo la fe en que más temprano que tarde, los venezolanos harán frente mediante
resistencia no violenta a una dictadura incapaz, que no respeta los derechos fundamentales
(ni siquiera el de los exiliados a disponer de documentos de identidad), como
tampoco el derecho a la legítima defensa y al debido proceso, ejemplo de lo
cual son los casos emblemáticos de la juez Afiuni, de Peña Esclusa, Álvarez
Paz, Simmonovis y del propio General Baduel, víctima del monstruo que
contribuyó a crear, así como de tantos valientes luchadores estudiantiles que
han experimentado una brutal represión por defender la libertad de los presos
políticos o la autonomía universitaria, a la cual se busca doblegar mediante la
asfixia presupuestaria. Dolor de patria no debe significar claudicación. Los
venezolanos tenemos el derecho inalienable de defender la libertad, la
democracia, la tolerancia, el pluralismo ideológico, la institucionalidad, el
derecho al desarrollo, a vivir en una patria que es de todos, y a una política
internacional que interprete los intereses nacionales, para lo cual debemos mantenernos
activos en la lucha no violenta por el futuro mejor que merece nuestra sufrida
patria. Aunque el régimen declina en encuestas ante la demostración fehaciente
de su incapacidad, el pueblo tiene la última palabra.
"Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios"
Verdaderamente sentimos dolor por ver nuestra patria vuelta trizas. Vivimos una paranoia total. No nos atrevemos a salir despues de las 7 p.m., no osamos sacar cierta cantidad pequeña en efectivo del banco por temor a que nos atraquen. No, esta no es la Venezuela de mi infancia y de mi juventud, que disfrutabamos sanamente y sin temor. Dios mio, apiadate de nuestra tierra!
ResponderBorrarTriste realidad, duele ver LO QUE HACE el poder de unos pocos, y tengo el temor de ver a COLOMBIA , seguir el mismo rumbo, si la mano de DIOS, no nos protege
ResponderBorrarMerci de partager cet article
ResponderBorrarBien cordialement
Natacha
Compartimos de todo corazón todas sus opiniones; que nunca desaparezcan personas con ese amor a nuestra patria y que, además, siembran sus buenas ideas. Lo saludan con todo el aprecio, Maky y Rafael Monsalve
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