Venezuela vive
y sufre en silencio, de duelo en duelo. El más grave, el derivado de la desbordada
ola de delincuencia que asuela al país, la cual ha alcanzado la cifra de 160.000 homicidios desde que asumió
el poder Hugo Chávez Frías en 1999, situación que luce indetenible ante la
pasividad o incapacidad de las autoridades. Ello hace pensar a analistas que es
parte de una política de Estado, pues es manifiesta la impunidad, la entrega o
posesión de armas en manos de la población, y los antivalores que Chávez ha
sembrado desde que, recién posesionado, afirmó que robar por necesidad no era
delito. Hoy la población venezolana llora desconsolada a sus muertos a las
puertas de las morgues del país, y está sometida a un virtual toque de queda desde
tempranas horas de la noche, con grave afectación de su condición anímica y calidad
de vida, hasta el punto de constituirse en uno de los principales factores de
motivación de una corriente migratoria sin antecedentes en el pasado.
Otro, el que
hoy 25 de agosto de 2012 enluta a Venezuela, originado en un nuevo accidente en
instalaciones de PDVSA, el de mayor magnitud que se haya registrado en la
historia petrolera del país, ocurrido en el Centro de Refinación de Paraguaná,
Estado Falcón, donde se asienta uno de los complejos de refinación más grandes
del mundo, con dos importantes refinerías: Amuay y Cardón, en la primera de las
cuales se produjo la explosión e incendio. Al momento de escribir estas líneas,
se registran con dolor 39 muertos y 86 heridos, además de cuantiosos destrozos
en las instalaciones del complejo, y en las comunidades adyacentes al mismo.
Un accidente
puede ocurrir en procesos industriales riesgosos, como es el procesamiento de crudos
y combustibles, pero el hecho es que la
situación tiende a hacerse recurrente. En efecto, según un comunicado de “La
Gente del Petróleo”, suman 79 los percances graves previos en el Centro de
Refinación de Paraguaná, con 19 trabajadores fallecidos y 67 lesionados,
sin contar las paralizaciones y averías que
han sufrido las refinerías de El Palito y Puerto La Cruz. Todo ello se ha
agravado desde que la actual administración decidió expulsar de la empresa a 23.000
de los más calificados recursos humanos de que disponía la nación, hoy
dispersos por el mundo. Pero además, por la desinversión en mantenimiento y
modernización de instalaciones, y la conversión de una empresa de excelencia en
el pasado, en una dependencia política, en caja chica del gobierno, y en “holding”
de más de 100 empresas, muchas de las cuales son ajenas al “core” o razón de
ser de PDVSA, que es la operación de la industria petrolera nacional.
En mayo de
2011, escribí en este mismo Blog, bajo el link:
reflexionando sobre
las implicaciones de las erradas políticas gubernamentales en las
actividades de PDVSA, la “gallina de los huevos de oro” de los venezolanos, operadora
energética medular de un país que posee las mayores reservas petroleras del
mundo, y que debería encontrarse a la vanguardia del progreso y del desarrollo
de América Latina. Pero he aquí que la prioridad del gobierno no ha sido operar
los recursos y activos de PDVSA con el criterio meritocrático que existió en años
anteriores al actual gobierno, sino privilegiando la transferencia de recursos
al Ejecutivo para financiar programas políticos, con descuido de la formación de
su extensa nómina, la cual triplica a la existente en 1999, pero en cuyo
reclutamiento prevalecen criterios de afinidad con el régimen, más que en la rigurosidad
en la capacitación y desempeño. Además, la virtual desaparición de la universidad
corporativa de PDVSA, el CIED, que cumplió
un papel relevante en la formación de los recursos humanos de la
empresa, así como del INTEVEP, ente destinado a la investigación y desarrollo
tecnológico, han tenido resultados nefastos sobre los recursos
humanos de PDVSA, mientras que muchos fondos se han desviado a apoyar otros programas
como las universidades bolivarianas y misiones de distinto orden, función que debería
corresponder al gobierno central.
Aunque el
gobierno se ha adelantado a desmentir que el grave accidente haya obedecido a
la falta de mantenimiento, es manifiesto que PDVSA ha tenido que endeudarse
para cubrir sus gastos operacionales, por un monto total que alcanzaba US$ 50
millardos a finales de 2011, sin sumar el fondo chino; dicha cifra podría elevarse
a US$ 70 millardos en el presente año, según fuentes confiables. Nótese además que
en la página web de PDVSA del año 2006, se afirmaba que la meta de producción
petrolera para el presente año 2012 sería de 5,8 millones de barriles/día, cifra
totalmente alejada de la realidad, pues en la actualidad apenas bordea los 2,4
millones de b/d., dado que los recursos de la empresa se manejan con criterios políticos.
Ignoramos cuál
es la magnitud de los daños ocasionados en el Centro de Refinación de Paraguaná
como consecuencia de este serio accidente, así como las consecuencias que
tendrá sobre la producción de combustibles y lubricantes hacia los próximos
meses, pero es previsible que la refinería de Amuay estará afectada durante un
tiempo impredecible, y que PDVSA requerirá incrementar la importación de
combustibles, cosa que contradictoriamente ya ocurre en el presente. Ello sin desdeñar
el costo del inconmensurable subsidio que hoy se concede a los combustibles en
el mercado doméstico, los cuales se expenden a precios irrisorios, muy por
debajo de los costos de producción, ocasionando inmensas pérdidas patrimoniales a PDVSA y a la nación.
El lamentable
evento comentado debe merecer profundas investigaciones y auditorías de calidad, extensivas a las demás instalaciones
de PDVSA, pues constituyen una señal de alarma sobre el manejo operacional, de
mantenimiento y de capacitación del personal, y de esa forma determinar si están a
la altura de los estándares que deben imperar en la empresa bandera de la industria
petrolera venezolana
"Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios"
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