Hemos llegado al final de la
contienda electoral, la más trascendente de la historia contemporánea de Venezuela.
Sin maniqueísmos, si el 7 de octubre próximo –fraudulentamente o no- se confirmara
en el poder al actual gobernante, se afianzaría un régimen despótico,
en el cual todos los poderes están subordinados a una persona, sin
control político alguno; donde el presidente se proyectaría en el poder por 20
años, el lapso más prolongado después de la dictadura de Juan Vicente Gómez, pues
Pérez Jiménez solo ejerció el poder en forma unipersonal durante 5 años, nueve sumando
la etapa de la Junta de Gobierno. Un régimen que ha tomado el poder por asalto,
como un botín que ha enriquecido al entorno del Jefe de Estado y del partido de
gobierno, ha dilapidado fortunas que no volverán, y ha sido pródigo en regalos a
otras naciones en búsqueda de solidaridades, o en apoyo a proyectos políticos
afines; donde el culto a la personalidad, la adulación, y la megalomanía han
llegado a límites extremos; donde la mayoría de los medios de comunicación
están en manos del oficialismo, para imponer una hegemonía informativa o la
autocensura; donde no existen adversarios sino enemigos políticos que hay que
aplastar; donde la inseguridad está fuera de control y tiene al país en un
estado de paranoia colectiva que fuerza a muchos a emigrar por pura
supervivencia; donde el régimen carcelario viola los más elementales derechos
humanos; donde la mentira se constituye en política de Estado; una nación que en
lugar de estar a la vanguardia del desarrollo regional ocupa los últimos
lugares en los índices mundiales de competitividad, de libertades económicas, y
de transparencia; donde los venezolanos viven una diáspora migratoria, que se
potenciaría si Chávez permanece en el poder, agravando la peor de las descapitalizaciones
de una nación: la del talento humano; donde el régimen ha entregado la soberanía
en manos de Cuba en sectores vitales, estratégicos, como nunca antes en la
historia; donde la democracia es vista solo bajo el cuestionable barniz de procesos
electorales opacos, y no de la legitimidad en el ejercicio del poder bajo el
imperio del Estado de Derecho; donde día a día se deteriora más la
infraestructura, no hay inversión, se ha destruido el tejido productivo público
y privado y se cercena el derecho a la propiedad; donde avanza la
ideologización castro-comunista, desde los centros de educación pública hasta los
cadetes de la Escuela Militar; donde la Fuerza Armada han mutado, de una
institución profesional, con prohibición constitucional de estar al servicio de
un persona o parcialidad política, a un partido político armado que responde al
ignominioso lema de “revolucionaria, bolivariana, socialista y chavista”; donde
las instituciones nacionales han sido sustituidas por estructuras político-caudillistas,
incluyendo a PDVSA, la Fuerza Armada, el sistema judicial, las misiones; donde el
militarismo ha impulsado una injustificada carrera armamentista, en un país
lleno de necesidades insatisfechas, que lo que quiere es la paz, y no la
preparación para ninguna guerra; donde ocurren continuos accidentes en
instalaciones petroleras vitales, por incapacidad y politización en la PDVSA
“revolucionaria” o por imperdonable falta de inversión y de capacidad de gestión;
donde la política internacional del país se convirtió en tema ideológico del
gobernante, y no de los intereses permanentes y de largo plazo de la República;
donde la masiva importación de bienes de primera necesidad configuran una
economía de puertos, amén de registrar la inflación más alta de América Latina
y una de las mayores del mundo; un país donde no han bastado los cuantiosos recursos
provistos por la pródiga naturaleza, sino que se le ha endeudado más, multiplicando
por seis la deuda total a lo largo de los 14 años de gobierno, hasta niveles
superiores a los US$ 200 millardos, y como si fuera poco, hipotecando al país
con ventas de petróleo a futuro a China, pues la caja no le basta a un modelo
voraz en recursos e ineficiente en su administración; donde se siembran antivalores
desde el más alto nivel, entre ellos la impunidad ante la corrupción de los militantes
del chavismo, y la exaltación al abuso de poder o a las violaciones
constitucionales, desde el General Acosta Carlés a Rangel Silva, pasando por
los pistoleros de Puente Llaguno. La lista luce inagotable, pero han sido
catorce años de un profundo deterioro, de resquebrajamiento de valores, del
orgullo de la venezolanidad, y de atraso en todos los órdenes de la vida
nacional.
En el otro punto, pese a las asimetrías y los mecanismos ventajistas denunciados por tantos
analistas, la candidatura de la unidad democrática que encabeza Henrique
Capriles ha emergido con inusitado vigor, moviendo fibras dormidas en el
corazón de muchos venezolanos, dado el peso de la bota autoritaria, tan bien
reflejada por Weil, ese agudo caricaturista nacional. Así, pese a los chorros
de dinero que han fluido en la campaña oficialista, todo el que proporciona el
poder del Estado, y la sucia campaña desatada contra el candidato de la unidad,
éste ha sorprendido a los más incrédulos, entre ellos en los inicios a quien
esto escribe, con una campaña dinámica, comprometida, en que ha entregado todo
lo que podía de sí, para presentar una opción de salvamento y de cambio
democrático, a una nación que merece un destino mejor. Hemos presenciado nuevas
promesas después de 14 años de fracasos e incumplimientos, la compra de “saltos
de talanquera”, algunos de ellos denigrantes, o encuestas manipuladas o
forjadas, pero ello no ha hecho mella en una tendencia creciente del candidato
de la unidad en las mediciones reales de opinión, entre ellas las impresionantes
concentraciones populares en todo el país, pueblo por pueblo, que muestran que el
mensaje ha calado en todos los estratos, y que el triunfo está en sus manos,
para reconstruir al país, y colocarlo en la senda del progreso, de la paz y del
entendimiento civilizado y fraterno, en lugar de las amenazas de represión, de
guerra y la lucha de clases del candidato-presidente. Capriles ha superado pues
las expectativas, convirtiéndose en un fenómeno político, al manejar con
acierto un nítido contraste de visiones, sin insultos, denuestos, ni la
degradación moral a que somete al país el régimen gobernante en forma
permanente.
Estas reflexiones de bloguero, mi espacio personal de desahogo, no suponen activismo en favor del candidato de la
unidad, pues conozco a los mal intencionados. Pero sí afirmo, que su candidatura
es la de todos los venezolanos de bien que anhelan un país fraterno, libre, inclusivo,
con un futuro de paz, de progreso, y de atención a las necesidades vitales de
la nación como un todo. Que el 8 de octubre signifique el alba de un nuevo
amanecer, de esperanzas para quienes sufren, y para tantos que han sido expelidos
del país en esta dura etapa de la historia. Ello sin olvidar que no estamos ad portas de la sustitución de un
régimen democrático por otro, sino de una dictadura que se aferra sin
escrúpulos al poder, y que amenaza con celadas represivas o desestabilizadoras
para impedir el inevitable cambio. Pero el autócrata saldrá esta vez por la vía
del voto. Cualquier intento de violencia o desconocimiento de la voluntad
popular, será rechazado por el pueblo y por el mundo. Que Dios bendiga e
ilumine a Venezuela en este trance vital de su historia.
"Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios"
La Democracia exige activismo, muy estimado Dr. Carmona. Y este espacio que usted nos ofrece el día de hoy, no es su opinión personal: es la voz de cientos de millones de seres humanos, venezolanos y amantes de la libertad del resto del continente, que no queremos la dictadura chavista como forma de gobierno.
ResponderBorrarPor esto y por mucho mas...
ResponderBorrarCapriles es el comienzo de la liberacion de Venezuela
HAY UN CAMINO !
Definitivamente las elecciones del día de mañana son las más trascendentales de la historia venezolana. Es mi mayor deseo y el de muchos colombianos, que Capriles salga victorioso a pesar del manto de corrupción que cubre a nuestra vecina Venezuela por cuenta de Hugo Chávez. Sería una victoria para miles de venezolanos que, como usted Dr. Carmona, han sido atropellados en sus derechos. Ojalá todos salgan a votar porque cada voto cuenta!
ResponderBorrarUn abrazo.