No ha sido fácil para los venezolanos
reponerse del “guayabo” que nos dejó el proceso electoral del 7 de octubre. Esperé
varias semanas para escribir de nuevo, pues yo mismo, que he vivido duras experiencias
pasadas, y que por tanto no me ilusiono fácilmente, me contagié como millones
de compatriotas, de la esperanza que generó la fulgurante campaña de Henrique
Capriles Radonski, vigorosa expresión de la generación de relevo, quien ofreció
reencauzar a la sufrida Venezuela por el extraviado camino de la paz, el
progreso, la libertad, la honestidad y la inclusión, con lo cual logró sin duda
conectar, bajo una visión futurista, con más de la mitad de los venezolanos.
En reflexiones pasadas recogidas en
este Blog, insistí en las asimetrías, la iniquidad y ventajismo de un sistema
electoral al servicio de un régimen aferrado al poder a cualquier costo, y en lo
difícil que resultaba vencerlo, pues no se trataba de un proceso electoral
limpio, ni de la sucesión de un gobierno normal a otro, sino de la sustitución
de una dictadura por una opción realmente democrática. Pese a todo, el candidato
de la unidad se empleó con gallardía en una batalla que él mismo calificó como
la de David contra Goliat, pero esta vez no venció David sino Goliat, merced a
la desproporción de recursos empleados por la poderosa maquinaria del Estado, incluyendo
todo el fisco nacional, gobernaciones, alcaldías y empresas públicas, al
servicio del candidato-presidente, quien además abusó de su hegemonía informativa,
y movilizó en forma intimidante a la legión de empleados públicos, a la Fuerza
Armada y a tantos ciudadanos subyugados por el asistencialismo, a sufragar por él.
Chávez, con su nuevo triunfo, pasará a la historia con el triste record del déspota
de mayor permanencia en el poder después de Juan Vicente Gómez.
Capriles fue así otra ilusión que
se estrelló contra una maquinaria omnipotente, blindada en forma ilegítima, no
obstante lo cual logró 6,5 millones de votos, ciertamente una proeza, pero en
el fútbol se gana o se pierde por un gol. La derrota fue un duro golpe
emocional para millones de compatriotas que anhelan vivamente un cambio, en
aras de un futuro mejor para la patria, y para tantas familias disgregadas por
el mundo, sea en búsqueda de oportunidades, o huyendo de la exclusión, la inseguridad
y la anarquía que asuela al país. A pocos días del 7-O, muchos ciudadanos que
aguardaban esa fecha para definir sus proyectos de vida, comienzan a acrecentar
la lenta y dolorosa diáspora que profundiza la dispersión de la familia
venezolana por el mundo, con el inconmensurable costo del desarraigo y la descapitalización
del talento humano.
He vivido en carne propia lo que supone
una oportunidad perdida, y me duele, como también la vivencia de héroes
convertidos en villanos, a lo que somos dados los venezolanos. Así, Capriles,
el líder, es tildado ahora como entreguista, por reconocer sin reservas el
triunfo de Chávez. Es cierto que no fue una elección pulcra, ni entre
demócratas, pero, ¿hubo acaso amenazas de violencia oficialista? No lo sabemos,
excepto que Chávez no es un demócrata, y que ha utilizado el recurso electoral
para perpetuarse en el poder, demoler el sistema desde adentro, y sustituir el
modelo republicano por uno de inspiración castro-comunista del cual se ufana, y
que anuncia profundizar. Fue además obvio que no solo estaba en juego el
destino de la nación, sino el de fuertes intereses económicos, geopolíticos e
ideológicos de dimensión universal. La izquierda internacional respaldó de lleno
a Chávez, y un ejemplo fue Lula y el Foro Sao Paulo. No era pues imaginable que
la sola voluntad de un pueblo que vibró en las concentraciones de la
alternativa democrática serían suficientes para derrotar al gigante
totalitario. No. El que escruta y maneja a discreción el tesoro nacional para comprar
conciencias, gana. No fue un juego equitativo, pero así fue aceptado por las
fuerzas reunidas en la MUD, coordinadas por el recto y culto dirigente político
Ramón Guillermo Aveledo, quizás demasiado decente para enfrentar a un contendor
sin valores ni principios.
¿Que faltó firmeza en denunciar y
contrarrestar el ventajismo y la opacidad de las reglas del juego electorales?
Sí. ¿Que la campaña no involucró más a los demás precandidatos de las primarias?
También. Pero la mayor crítica de varios analistas fue el temprano reconocimiento
de la derrota, sin comprobaciones, después de que los datos marcaban tendencias
favorables. O que al menos se hubiesen dejado sentadas denuncias o solicitudes
de investigación por el uso indebido de los recursos de todos los venezolanos, para
el logro de sus perversos objetivos. También en el exterior causó perplejidad
la reacción opositora, asumida bajo un silencio desconcertante.
Con todo, es impropio tratar de convertir
a Capriles o a la MUD en villanos. El gobierno se frota las manos porque en las
mismas toldas opositoras se cuestione al candidato y a los partidos. El
oficialismo, empeñado ahora en ocupar los espacios restantes en las elecciones
de gobernadores y alcaldes de diciembre y abril próximos, tratará de pulverizar
al líder opositor, en el mismo trapiche en el que ha ido moliendo a tantos
adversarios, desde quien esto escribe, protagonista de un complejo capítulo de
la historia contemporánea destinado a llamar en 2002 a elecciones limpias e
inmediatas para la relegitimación de los poderes públicos, ya en esa fecha conculcados,
hasta los candidatos democráticos Rosales y Capriles, éste último escogido en comicios
primarios, con excepción de la traición histórica que encarnó Francisco Arias
Cárdenas, hoy convertido en uno de los más abyectos lacayos del gobierno, y aspirante
a la gobernación del Estado Zulia. Pero también es impropio censurar a quienes
desde visiones críticas, denuncian y sustentan un colosal fraude.
Hay pues razones para la
decepción y la tristeza. Yo, como venezolano disidente, y como ser humano que vive
diez largos años de exilio, no me excluyo de ese sentimiento, pues percibo que
el país se hunde en el atraso, engañado o forzado a votar en contra de su
futuro, y que pasarán años antes de que se retome una senda de paz, prosperidad
y progreso. Pero no veo otra opción que impedir que el oficialismo termine de
copar los espacios políticos como pretende, a la par de la necesidad de desplegar
una firme batalla para que se modifique el viciado sistema electoral, y así garantizar
el respeto al voto y la libre determinación del pueblo. En ello coincidirían
las grandes mayorías, incluyendo a muchos chavistas, amparados en principios constitucionales
pisoteados por un régimen corrupto e ineficiente, salvo en su empeño por aferrarse
al poder y exportar su caduco modelo. La lucha, y la presión pacífica y
democrática, hay que ejercerla sin temor. De lo contrario, la decepción degenerará
en resignación o indignación, en esos 6,5 millones que votaron por un cambio, o
en quienes acudieron a las urnas obligados o sobornados. Fraude no es solo el electrónico,
sino el impúdico ventajismo que legitima a un régimen forajido. No hay otra
opción que tratar de conquistar gobernaciones y alcaldías en las elecciones
regionales, y librar una lucha sin cuartel por la defensa de la libertad y de los
verdaderos valores democráticos. Con las actuales reglas del juego, el tirano y
su entorno, jamás entregarán el poder. Que el “Bravo Pueblo”, lema de nuestro
glorioso himno nacional, no degenere en palabras huecas, presas de la
dictadura.
"Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios"
Maravilloso artículo de Don Pedro Carmona, un ilustre hijo de Venezuela, hoy exiliado en la tierra donde Bolívar entregó su heroísmo a manos llenas.
ResponderBorrarY como siempre, excelente.
ResponderBorrarLa victoria nunca puede ser más dolorosa, porque el perdedor en este caso ha sido el pueblo venezolano. No ha ganado Chavez ha perdido Venezuela,seis años más que no acabarán bien, ya que un régimen como el chavista no puede ser duradero por propia lógica, el populismo muere cuando despierta el pueblo, y en ese sentido estas elecciones han sido un pequeño despertar, un pequeño bostezo. Todos los que amamos venezuela la queremos libre, que no es lo mimso que democrática, porque la democracia aupa al poder a gentes como Chavez, un auténtico fascista. Pero al que llaman el gran comandante debe meditar que sistemas como el suyo han sido abolidos y derrocados por el propio pueblo, el pueblo no es tonto, pero suele aletargarse e hibernar en la más absoluta de las apatías e indiferencias.Espero que ese despertar no sea virulento y que enfrente hermanos contra hermanos, sino que simplemnente enfrente a la razón frente a la ignominia.
ResponderBorrarEn España decimos que más vale ser cola de león referido al resto de europa que cabeza de ratón referido a africa.Venezuela puede y debe por recursos propios y personas ser la cola de león de america del norte, pero en la actualidad es la cabeza de ratón de un marxismo caribeño sin sentido.
Hsta siempre tio Don.